Fechas: Agosto 2025
Este verano decidimos descubrir el Algarve, la joya del sur de Portugal. Nuestro alojamiento fue en Luz de Tavira, a 10 minutos de la ciudad de Cacela Velha y de Tavira, uno de los pueblos con más encanto de la región. Una casa tranquila, con piscina compartida y espacio para varias familias, atendida con mimo por Andrew y Lucía, que nos hicieron sentir como en casa.
El coche fue indispensable 🚗. Lo alquilamos con Guerin (Discover Cars) y, gracias a la recién liberada autopista A-22 (gratuita desde enero de 2025), movernos entre playas y pueblos fue rápido y sencillo.
Los viajes siempre tienen un punto de incertidumbre y, como buenos aventureros, empezamos a saborearlo desde el primer momento. La conexión desde Madrid a Faro se puede hacer con Iberia o con Ryanair, y nosotros optamos por esta última por un horario cómodo (salida a las 16h, perfecto tras la jornada laboral). Pero, claro… viajar con Ryanair tiene su pequeña lotería: ¡nos cambiaron el vuelo a las 22:30h! 😅
La broma nos obligó a retrasar la recogida del coche de alquiler hasta las 23h, con el inconveniente de que la oficina cerraba a medianoche. Para añadir emoción, el vuelo salió con una hora extra de demora (sí, con Ryanair la puntualidad siempre es un deporte de riesgo). Afortunadamente, llegamos a la ventanilla 10 minutos antes de que bajaran la persiana, con el pulso acelerado pero con las llaves en mano. 🚗💨
De ahí, directos hacia nuestro alojamiento en Luz de Tavira. Gracias al sistema de autocheck-in, todo fue sencillo y, tras un día largo y con las emociones justas para recordarnos que viajar nunca es aburrido, pudimos tumbarnos por fin en la cama con una sonrisa: el Algarve nos esperaba al día siguiente.
El primer día en el Algarve lo empezamos con energía, madrugando para exprimir cada rayo de sol. A las 10:15 ya estábamos aparcando en la famosa Playa de Benagil, uno de los lugares más icónicos de la región. El parking ya comenzaba a llenarse, lo que nos dio una pista de lo popular que es este rincón.
Con la ilusión de coger un kayak y adentrarnos en la mítica Cueva de Benagil, bajamos a la playa para encontrarnos con una sorpresa: bandera roja ondeando🚩, fuerte viento🌬️ y olas bravas🌊. Todos los tours estaban cancelados. 😕 Así que, como buenos improvisadores, cambiamos el plan y nos lanzamos a explorar a pie parte de la Ruta de los Siete Valles Suspendidos, considerada una de las más bonitas de Europa.
Nosotros, en cambio, cometimos el error de hacerlo en sandalias… 😅 Cada kilómetro fue un pequeño reto, pero también una aventura. Al llegar a Praia da Marinha, una de las playas más famosas del Algarve por sus formaciones rocosas, extendimos la toalla y nos lanzamos al agua para refrescarnos. Lo que no esperábamos era salir cubiertos de algas y esquivando rocas escondidas: ¡cada baño parecía una gincana!
Con hambre acumulada, nos dirigimos a Carvoeiro, un encantador pueblo de postal. Almorzamos en Casa Algarvia, donde la caldereta de pescado (22€ para uno) y el pollo a la parrilla con piri-piri fueron todo un acierto. Platos generosos, buena calidad y ambiente local: recomendado 100%. Otra opción que vimos y nos llamó la atención fue Taberna Portuguesa, con mucho encanto.
Tras la comida, paseamos por las callejuelas blancas y empinadas del centro de Carvoeiro hasta su pequeña playa urbana, rodeada de casitas que parecen descender en cascada hasta la arena. Un rincón digno de postal. 📸
Por la tarde pusimos rumbo hacia Praia dos Três Castelos, cerca de Portimão, un arenal amplio y limpio que nos conquistó mucho más que Marinha: arena fina, sin rocas bajo el agua y un mar fresco pero irresistible. Además, se puede caminar por la orilla hasta atravesar un arco natural que conecta con la famosa Praia da Rocha.
La vuelta al alojamiento fue larga, algo más de una hora de coche y una parada en el supermercado para reponer víveres. Aun así, terminamos el día con un baño nocturno en la piscina bajo las estrellas: el broche perfecto para cerrar un día lleno de contrastes. ✨
El sábado lo planteamos como nuestra excursión más lejana, rumbo a la histórica ciudad de Lagos, un lugar donde el Atlántico se mezcla con playas de postal y un ambiente vibrante.
Comenzamos en la Praia da Boneca, un rincón escondido al que se accede bajando más de 200 escaleras de madera, pero pronto nos encontramos con un escenario poco idílico: la arena estaba invadida de algas. La salvación llegó en forma de túnel de roca que nos condujo a su vecina Praia do Camilo, una de las más populares de la zona. Allí el secreto es claro: o llegas pronto o no hay hueco. Nosotros, con algo de suerte, conseguimos sitio a las 10:45 gracias a un grupo que se marchaba justo cuando llegamos. ¡Victoria tempranera! 🏖️ Sombrilla plantada (muy necesaria porque no hay sombras naturales) y la mañana se nos fue entre baños refrescantes y lecturas veraniegas📖.
La hora de comer nos llevó al terreno en el que Portugal nunca falla: la gastronomía. Lagos es un paraíso para los paladares y teníamos varias recomendaciones: Cervejaria Ferradura, donde compartes mesa semicircular viendo cómo preparan el pescado en directo; Reis, Casinha do Petisco y Restaurante A Forja. Sin embargo, nosotros fuimos al más recomendado: Restaurante O Lamberto, algo alejado del centro, pero con fama de pescado a la brasa y arroz de marisco🥘.
Pequeño detalle: el arroz de marisco solo lo sirven los domingos, y nosotros fuimos en sábado. 🙃 Así que pedimos lubina a la brasa y secreto de cerdo negro. ¡Qué delicia! El pescado fresco se deshacía en la boca, y la carne, acompañada de arroz, patatas y unas alubias rojas sorprendentes, fue un auténtico manjar. Todo ello a un precio muy razonable. 💯
Con el estómago feliz y los párpados pesados, decidimos reposar la comida en Praia dos Três Irmãos. La playa es amplia, ideal para pasear, con aguas limpias y azuladas, perfecta para estrenar nuestras primeras partidas de palas playeras. El único pero: el aparcamiento. A las 17h estaba completamente lleno, así que paciencia extra. Una vez instalados, disfrutamos de la tranquilidad que nos ofrecía este rincón del Algarve.
Al caer la tarde regresamos al alojamiento, donde nos esperaba un baño en la piscina para quitarnos la sal y terminar la jornada con una cena en la terraza, bajo un cielo estrellado y con la única compañía incómoda de algún que otro mosquito curioso. 🌌
El domingo, día por excelencia de playa, sabíamos que tanto los arenales como los restaurantes estarían a rebosar. Por eso, antes de salir, preparamos una rica pasta al pesto para llevarnos en tupper y disfrutarla con vistas al mar. Una decisión práctica y deliciosa. 🍝
El plan era recorrer algunas playas de la zona de Albufeira, entre ellas Praia do Ninho de Andorinha, Praia do Castelo, Praia da Coelha o Praia da Maré das Porcas. Finalmente, nos decidimos por la Praia do Castelo. Aunque llegamos sobre las 11:00, tuvimos la suerte de encontrar aparcamiento muy cerca. ¡Una pequeña victoria dominguera!
Con la sombrilla ya clavada en la arena, no quedaba más que entregarse al ritual playero: sol, baños, el sonido de las gaviotas y algún que otro chapuzón salado. La playa tenía un ambiente animado, aguas cristalinas y la posibilidad de alquilar kayaks para quienes buscan más aventura. Fue, sin duda, un acierto. 😎
Después de pasar casi todo el día en la playa, decidimos recoger un poco antes para volver al alojamiento, ducharnos y poner rumbo a uno de los lugares más especiales del Algarve: Tavira.
Esta pequeña ciudad de casas encaladas y calles empedradas rezuma encanto por todos sus rincones. Paseamos tranquilamente hasta el Río Gilão, que atraviesa la ciudad con un aire sereno, y recorrimos su mercadillo, lleno de vida local. El atardecer desde sus orillas nos regaló una postal inolvidable. 🌅 Cerramos la visita subiendo hasta el Castillo de Tavira, un lugar que conserva parte de la historia medieval de la región y que ofrece unas vistas magníficas sobre los tejados rojos de la ciudad y las cigüeñas que anidan en las chimeneas🪹.
Para el último día quisimos repetir el ritual que ya nos había funcionado: comida casera para no depender de horarios y libertad total para disfrutar del mar. Esta vez preparamos una ensalada de garbanzos bien fresquita, y pusimos rumbo hacia un lugar muy especial: la Ilha da Fuseta.
A tan solo 15 minutos en coche, llegamos al pequeño puerto de Fuseta, desde donde parten los ferris hacia la isla. El billete de ida y vuelta cuesta apenas 2,25 €, y el trayecto no dura ni 10 minutos. Lo mejor: la frecuencia, pues salen barcos cada pocos minutos, lo que lo hace comodísimo y sin esperas. 🚤
La playa de Fuseta nos conquistó desde el primer momento. Mucho menos concurrida que aquellas a las que se accede en coche, ofrece un ambiente relajado, aguas azuladas y, atención: ni piedras, ni algas, ni olas. Es como una gran piscina natural protegida por la Ría Formosa, un paraíso perfecto para disfrutar de un baño tranquilo, jugar unas palas o simplemente leer bajo el sol. Con cada chapuzón, sentíamos que el viaje iba tocando a su fin, y había en el aire esa mezcla de felicidad y nostalgia que siempre acompaña a los últimos días de vacaciones. 🌞📖
Con la piel aún salada, por la noche nos esperaba el broche final del viaje en el vecino pueblo de Olhão. Esta villa marinera, conocida como la "capital de la Ría Formosa", tiene un centro histórico con casas cúbicas de influencia árabe y un animado puerto donde se respira autenticidad. Su mercado, con dos grandes edificios de ladrillo rojo frente al mar, es uno de los más famosos del Algarve.
Dimos un paseo tranquilo por sus calles hasta llegar a Petiscais, un restaurante coqueto donde teníamos reserva. Probamos su famoso tartar de atún, la picanha y un entrante de queso brie frito. Aunque las comidas anteriores habían puesto el listón muy alto, la experiencia fue más que recomendable, y cerró el viaje con un sabor auténticamente portugués. 🍽️
Con el paseo nocturno por Olhão y el eco de las olas de Fuseta todavía en la memoria, dijimos adiós al Algarve. El regreso era inevitable, pero nos llevamos con nosotros el recuerdo de playas, pueblos y sabores que nos acompañarán mucho más allá del viaje.
El último día siempre tiene un sabor agridulce: quieres aprovechar cada minuto, pero sabes que el reloj corre más rápido de lo habitual. Nuestro vuelo salía a las 17:00, así que decidimos dedicar la mañana a disfrutar del propio alojamiento. Como buenos huéspedes, avisamos a los dueños de que nos quedaríamos un rato más y, con total amabilidad, nos dijeron que no había ningún problema.
Entre chapuzones en la piscina, algo de deporte ligero y un rato de lectura al sol, fuimos despidiéndonos poco a poco de esos cuatro días de calma y desconexión que nos habían recargado las pilas. Fue el broche perfecto: sin prisas, sin estrés, simplemente dejándonos llevar por la tranquilidad antes del regreso.🏊🏼♂️
Tras comer, llegó la hora de recoger todo y devolver el coche de alquiler. El acceso al punto de devolución en el aeropuerto de Faro resultó muy sencillo, sin pérdidas ni complicaciones, lo cual siempre se agradece en los viajes. 🚗✅
Con la maleta en mano y la mirada puesta en el avión, cerramos así nuestra escapada al Algarve: un viaje corto pero intenso, repleto de playas, pueblos pintorescos y buena comida. La rutina nos esperaba de nuevo, pero nos llevábamos con nosotros un recuerdo que, como la arena pegada a los pies, se resistía a desaparecer.
Si dispones de un día extra en tu viaje por el Algarve, hay un lugar que muchos consideran imprescindible: Sagres. Nosotros no llegamos a visitarlo por falta de tiempo y por la distancia desde nuestro alojamiento, pero tras preguntar a varios amigos y viajeros habituales, nos quedó claro que este rincón merece un hueco en cualquier ruta.
Sagres es la meca del surf en el sur de Portugal. Allí, el Atlántico golpea con fuerza, ofreciendo olas potentes y paisajes más salvajes que en otras partes del Algarve. Entre las playas más recomendadas están:
No puedes hablar de Sagres sin mencionar el Cabo de San Vicente. Durante siglos, este lugar fue considerado el fin del mundo conocido, donde la tierra se acababa y comenzaba el océano infinito. El faro, construido en el siglo XIX, es hoy uno de los más potentes de Europa y sigue guiando a los navegantes en la costa atlántica.
Dicen que ver el atardecer aquí es un ritual para todo viajero, aunque muchos advierten que suele hacer un viento tremendo y que hay playas más cómodas y menos masificadas para disfrutar de ese momento mágico. Aun así, la sensación de estar frente a la inmensidad del Atlántico es única.
El pescado fresco es la estrella. Entre los sitios más recomendados:
Aunque Sagres es, en general, un lugar tranquilo, tiene rincones con muy buen ambiente. El Dromedario Bar es un clásico para tomar unas cervezas con conciertos, karaokes y ese aire de pueblo surfero donde todo el mundo se acaba conociendo.
“Sagres es un lugar donde el tiempo se detiene: eliges la playa según sopla el viento, disfrutas de pescado fresco como si lo acabaras de pescar tú mismo y sientes que, por un momento, has llegado al final del mundo.”
Después de cinco intensos días (más un pequeño bonus track soñado en Sagres), regresamos con la sensación de haber descubierto no solo playas de postal, sino también un auténtico festival para los sentidos.
El Algarve no es solo arena dorada y aguas turquesas 🌊, sino también parrilladas de pescado inolvidables, cataplanas rebosantes de marisco 🍲 y pequeños rincones gastronómicos que conquistan desde la primera mordida.
Si algo nos llevamos de este viaje, más allá de la calma de Tavira o la energía de Lagos, es el recuerdo de esa hospitalidad portuguesa que te hace sentir en casa y de una cocina que sabe a mar, a tierra y a tradición. Algarve es, sin duda, un destino al que querrás volver… y repetir bocado. 😋
Para que tengas una referencia clara, este fue el coste total de 6 noches para 2 personas en pleno agosto:
👉 Un viaje completo, en pleno verano y con mucho sabor, por poco más de 600 € por persona.
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